Relato de Ángeles Mastretta
UNA DE DOS
Lucía miró a su marido dormitar en un sillón. Despertaba a ratos, la miraba y sonreía como desde otro mundo. En una de esas pestañadas ella le dijo con mucha suavidad:
- ¿Sabes? Cuando uno de los dos se muera yo me voy a ir a Italia.
martes, 27 de abril de 2010
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A veces bastan unas pocas palabras para decir tanto...
ResponderEliminarBonito y profundo relato. Estaré atenta a ver cuál es el próximo que pones.
Besos.
Y tú te enfadas conmigo?jajaja,te adoro...
ResponderEliminarja,ja,ja,tiene gracia el relatillo.
ResponderEliminarLos hombres dormitan demasiado a veces.
ResponderEliminarGracias porque en alguna ocasión me has enseñado con tu comportamiento que hay cosas que no son como creía.Y ahora no las tengo tan seguras.Empiezo a verlas de otro color.
ResponderEliminarNada me produce más inseguridad que los grandes dogmas. Desconfío de los tenores huecos, que decía Machado, y admiro a todo aquel que sin querer ser referente de nada, con su comportamiento, y no con sus palabras, lo es.
ResponderEliminarYo siempre me siento inseguro.Cuando estoy desnudo.
ResponderEliminarPor supuesto, señor anónimo. Son muchos los miedos cuando te enfrentas, desnudo, a los grandes misterios de la vida.
ResponderEliminarTe remito a mi siguiente entrada.